Diego Améndolla
SEHSEM, Université Nationale Autonome du Mexique
Résumé
Desde hace más de medio siglo autores como Marc Bloch, Reinhart Koselleck y Michel Foucault, entre otros, plantearon la necesidad ahondar en el análisis de los términos utilizado por los historiadores para nombrar y explicar las realidades pasadas.
Es así que a partir de dicha aseveración, en este artículo se plantea el análisis de los conceptos feudal, feudalidad, gobierno feudal y feudalmente entre los siglos XVII y XVIII en textos de origen francés, con el fin de comprender los procesos que dieron pie al surgimiento del concepto de feudalismo en 1823.
Las obras utilizadas para este análisis son de diversa índole, es así que diversos diccionarios de la lengua francesa, tratados políticos y textos historiográficos son de gran utilidad para comprender la evolución histórico-lingüística de dichos términos para, así, establecer las bases sobre las cuales fue acuñado el concepto de feudalismo. Dicho análisis es realizado en cuatro niveles de interpretación, a saber: conceptual, discursivos, académico y social, con el fin de poder observar las diversas etapas constructivas de los conceptos presentados.
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Depuis plus d’un demi-siècle, des auteurs comme Marc Bloch, Reinhart Koselleck et Michel Foucault, entre autres, ont pointé la nécessité d’approfondir l’analyse des termes utilisés par les historiens pour nommer et expliquer les réalités passées.
Cet article se veut une contribution à ces problématiques en explorant les notions de féodal, féodalité, gouvernement féodal et féodalement entre XVIIe et XVIIIe siècles dans des textes d’origine française, afin de comprendre les processus qui ont donné lieu à l’émergence du concept de féodalisme en 1823.
Les sources utilisées pour cette étude sont variées : dictionnaires de la langue française, traités politiques et textes historiographiques sont tous utiles pour appréhender l’évolution historique et linguistique de ces termes et comprendre les fondements sur lesquels a été construit le concept de féodalisme.
Cette étude suivra quatre niveaux d’interprétation, à savoir : conceptuel, discursif, académique et social, afin d’observer les différentes phases de construction des notions présentées.
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Diego Carlo Améndolla Spinola
- Doctorant en Histoire à l’UNAM sous la direction du Dr. Martin F. Rios Saloma. (sujet de thèse : « La construction du concept de ‘féodalisme’ dans l’historiographie française (XIXe-XXe siècles»)
- Coordinateur adjoint du Séminaire des Études Historiques sur le Moyen Âge (SEHSEM), à l’Institut de Recherche Historique, UNAM.
- Thématiques de recherche : histoire conceptuelle de la féodalité, la création de modèles sociaux au Plein Moyen Age français, oralité et écriture dans le Plein Moyen Age.
- Mail: diego.amendolla@gmail.com
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Conceptos que hasta hace poco creíamos imprescindibles,
sólidos y poco menos que irrevocables empiezan ahora a
parecernos esquemas provisionales, frágiles y contingentes,
cuando no francamente residuales u obsoletos.
Javier Fernández Sebastián y
Gonzalo Capellán de Miguel,
Conceptos políticos, tiempo y modernidad.
Actualidad de la historia conceptual, 2013
Durante las últimas cuatro décadas el análisis de los conceptos ha tomado un interés preponderante entre los historiadores. Así, las investigaciones pioneras realizadas por Reinhart Koselleck[1], Hans-Georg Gadamer[2] y, más recientemente, Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel[3], han demostrado la necesidad de volver al estudio de aquellos términos cuya utilización se ha vuelto problemática debido al exceso de significados que resguardan, lo cual se traduce en que su utilización actual no sólo sea problemática sino que en sí misma sea un objeto de estudio.
En este sentido, el concepto «feudalismo» –féodalisme– no ha sido la excepción. [4] Durante la primera mitad del siglo XX, Marc Bloch apuntó en su obra póstuma Apologie pour l’Histoire ou Métier d’historien, la necesidad de usar ciertas clasificaciones las cuales resguardaban una generalidad semántica que pretendía ser superior a las resonancias de cualquier época particular; para el caso, el fundador de la revista de Annales utilizó como ejemplo términos como “feudal” y “feudalidad”, los cuales, desde su perspectiva, no tenían un contenido claro.[5] Posteriormente, en 1974, Elizabeth Brown, en su artículo The Tyranny of a Construct: Feudalism and Historians of Medieval Europe[6], estableció la necesidad de descartar el uso de dicho término debido a la falta de claridad en su significación, pues, a pesar de las diversas perspectivas desde las que se habían nombrado los procesos históricos sucedidos entre los siglos IX y XV, las justificaciones sobre su utilidad o necesidad, señaló, son requisitos hipotéticos los cuales se traducen en la elaboración de definiciones pobres y la construcción de modelos simplistas. De manera tal que la utilización del término: «seems to lead almost inevitably to treating the ism or its system as a sentient, autonomous agent, to assuming that medieval people or at least the most perspicacious of them-knew what feudalism was and struggled to achieve it…»[7]
Por su parte, Alain Guerreau demostró en su obra Le féodalisme: un horizon théorique[8] –a partir del análisis de la utilización de dicho término durante los siglos XIX y XX–, la necesidad de volver al estudio de dicho concepto a partir de cinco ejes principales, a saber: la relación entre señores y campesinos, que, si bien no fue estudiada por Guerreau, apuntó que una investigación de corte lingüístico podría ayudar a profundizar en su análisis; el parentesco artificial entre señores, siervos, vasallos y otros dependientes de un mismo dominio; las trabas materiales del sistema, es decir, la determinación de las articulaciones internas, con base en las fuerzas productivas; la Iglesia como síntesis opresora de los tres agentes anteriores y clave del sistema feudal, ya que ésta fue la única institución que estuvo a la altura del sistema y la cual no puede ser comprendida si se le considera un apéndice de la aristocracia y el imperativo de que la guerra fue el principal factor de cohesión, debido a que mantuvo la efectividad y vigencia de los vínculos jerárquicos y horizontales.
Con el fin de realizar una aportación a dicho debate, hemos decido dar un «paso atrás». Así, en este artículo se plantea el análisis de los términos «fief», «féodalité», «gouvernement féodal» y «féodalement» entre los siglos XVII y XVIII en textos de origen francés, con el fin de comprender mediante qué procesos y cómo evolucionaron dichos conceptos para que en 1784 pudiese ser utilizado por primera ocasión el término «feudalismo» en la traducción al francés realizada por Antoine Landi de la obra Storia della letteratura itailiana de Girolamo Tiraboschide[9] y para que, casi cuatro décadas después[10], en 1823[11], dicho concepto fuese establecido por primera vez en un diccionario[12], siendo esté la sexta edición del Dictionnaire Universel de la langue française, avec le latin et les étymologies de Pierre-Claude-Victor Boiste[13]. Asimismo, la temporalidad elegida responde a que los siglos XVII y XVIII fueron momentos de grandes cambios en el contiene europeo. La continuación de las guerras de religión, el régimen absolutista representado por Luis XIV y la Ilustración son sólo algunos ejemplos de los procesos políticos sociales y culturales sucedidos durante esos doscientos años. Así, la búsqueda de nuevos horizontes de posibilidades impactó directamente en la conceptualización tanto del mundo presente como del pasado.
En este sentido, el presente artículo se encuentra dividido en dos partes: la primera de ellas, dedicada a la evolución en el significado de los conceptos antes señalados en diversos diccionarios del siglo XVII y su relación con el contexto de la época; y, un segundo apartado donde se analiza el uso de los conceptos en la obras de Henri de Boulainvilliers, Gabriel-François Coyer y Jean-Jacques Rousseau. Dicha división responde a que a través de ella será posible advertir la construcción de los diversos términos durante el siglo XVII y la posterior utilización de los mismos en el siglo subsecuente. Asimismo, la elección de dichos autores responde a que en ellos se advierten tres acepciones diferentes del régimen establecido en Occidente entre los siglos IX y XV, de tal suerte que el lector pueda comprender la construcción, institucionalización y utilización de los diversos términos derivados del concepto «feudo». Cabe señalar que la elección de obras políticas para el análisis del siglo XVIII, responde a que a lo largo del dicho período los diccionarios no establecieron un cambio profundo en la significación de los conceptos que aquí interesan. Si bien, como veremos, fueron realizadas nuevas ediciones de los diccionarios de Pierre Richelet, no se encuentran transformaciones sustanciales al respecto, aún si tomamos en cuenta la Encyclopédie donde, de la misma manera, el significado de los términos señalados es muy parecido a lo que ya habían escrito autores anteriores.[14]
I. Siglo XVII. En busca de la cultura, en busca de los conceptos
El siglo XVII ha sido explicado usualmente como el siglo del absolutismo[15], el cual si bien encuentra sus orígenes décadas antes y se extiende hasta la segunda mitad del siglo XVIII, es una noción que se aplica a la historia europea a pesar las diferencias contextuales de cada una de las latitudes de dicho continente.[16] Marcado por un contexto belicoso, el siglo XVII se caracterizó entre muchas cosas, por la sustitución de ciertos valores que surgieron a partir de las guerras de religión y el sentimiento de defender o hacer más grande al propio soberano y, con ello, al propio reino.[17] En este sentido, el rey comenzó a ser comprendido como la encarnación del Estado o por lo menos de la región, lo cual hacía posible que en su nombre se llamase a la sociedad a defender su comunidad. Si bien este proceso fue lento y heterogéneo en las diversas zonas europeas, para el caso francés es posible establecer el año de 1661, momento en el cual tomó el trono Luis XIV después de que el cardenal Mazarino gobernara durante minoría de edad del rey, como la fecha en que la figura real adquirió un verdadero poder centralizado en el soberano. Si bien el joven rey había sucedido a su padre desde 1643, fue hasta 1661 cuando inició su fase de poder personal y con ello se convenció de que Dios lo había investido para gobernar una nación que para ese momento no sólo era potente, sino que dejaba en sus manos la tarea de aumentar la supremacía franca. En resumidas cuentas, como señala Alberto Tenenti: «Encarnó en suma el absolutismo del siglo XVII en la forma más acentuada: no dudó en afirmar que el estado se resumía en su propia persona (l’État c’est moi) y se hizo honrar con títulos hiperbólicos como el de “Rey Sol”».[18]
En términos culturales el reinado de Luis XIV fue de gran importancia. Ya desde los primeros años de gobierno el ministro Jean-Baptiste Colbert, conocido por disciplinar las actividades económicas, destacó por su interés en el campo cultural. Así, fundó en 1664 la Academia de Pintura y Escultura; dos años más tarde instituyó la Academia de las Ciencias y en 1671 la de Arquitectura, al mismo tiempo que la Académie Française, la cual, si bien había sido fundada desde 1634 y oficializada en 1635 bajo el reinado de Luis XII por el cardenal Richelieu, fue instalada en el Louvre por orden de Colbert lo cual le dio un carácter institucional.
Una de las obras que para nuestro caso resaltan es la publicación del Dictionnaire de la Académie Françoise. Editado por primera ocasión en 1694, el diccionario fue dedicado a Luis XIV como un monumento a su gloria y al poder de la lengua francesa que el había desarrollado durante su reinado. La escritura de dicho diccionario no sólo tuvo la función de contribuir a la historia de la lexicografía sino dotar de autoridad a la Academia; en sus primeras líneas señala: «Aprés que l’Académie Françoise eut esté establie par les Lettres Patentes du feu Roy, le Cardinal de Richelieu qui par les memes Lettres avoit esté nommé Protecteur & Chef de cette Compaigne, luy proposa de travailler premièrement à un Dictionnaire de la Langue Françoise, & ensuite à une Grammaire, à une Rethorique & à une Poëtique».[19] En este sentido, la obra tuvo el objetivo de establecer el verdadero significado de las palabras, es decir, ser un registro de autoridad de la lengua francesa.
La manufactura de esta copiosa obra partió de dos diccionarios que ya habían sido elaborados anteriormente: el primero de ellos, el Dictionnaire François contenant les mots et les choses, plusiers remarques sur la langue francoise, publicado por el gramático y lexicógrafo César-Pierre Richelet en 1680; y el Dictionnaire Universel, contenant généralement tous les mots François tan vieux que modernes, & les Termes de toutes les sciences et des arts, elaborado por el lexicógrafo Antoine Furetière diez años después.[20]
Al escudriñar en las páginas del diccionario de Richelet, llama la atención que no se encuentra una gran variedad de entradas referentes al régimen feudal, únicamente señala: «Féodal, Féodale, adj. Terme de Palais, qui regarde le fief, Qui est de fief [Saisie féodale.]»[21]. Establecido como un adjetivo, el concepto «feudal», denota, en un primer momento, su carácter jurídico al ser establecido como un «término de Palacio», lo cual debe ser comprendido como Palacio de Justicia. De tal manera que dicha significación determina tanto la espacialidad del término como el interés, ya conocido, que se tenía durante el siglo XVII por la jurisprudencia; es por ello que la ejemplificación de su uso es denotada a partir de la categoría saisie féodale. En páginas posteriores encontramos el término feudo –fief, el cual establece: «Fief, s. m. Héritage qu’on tient à foi & à hommage. [Fief dominant, fief mouvant, plein fief, fief noble, francs fiefs]»[22]. A pesar de no dar una profunda explicación sobre el concepto de feudo, resalta su carácter hereditario además del referente a su adquisición mediante la fe y el homenaje, lo cual, nuevamente señala el carácter legal del feudo mediante su relación con el contrato feudal. Asimismo, el Dictionnaire François, estableció, aunque sin dar un significado, los diversos tipos de feudo o, por lo menos, los que para el autor eran los más importantes; resalta en este punto que todas las derivaciones se vinculan directamente con el uso de la tierra, es decir, que el feudo era relacionado preponderantemente con una fracción de tierra otorgada a un vasallo en beneficio.
Por su parte, el diccionario de Furetière advirtió una explicación más completa sobre el término feudo, a la letra se lee:
Fief. subst. masc. Terre, seigneurie, ou droits qu’un seigneur dominant donne à un vassal à la charge de foy & hommage, & de le servir à la guerre & en autre ocasions, ou avec quelques redevances. Cujas. Autrefois les fiefs n’étoient que viagers. Les fiefs sont establis dans toutes les coutumes de France, & plusieurs tiennent qu’ils sont venus des Lombards. Mais Pasquier soustient le contraire, & prouve par un passage d’Admoin, qu’ils estoient en usage en France dès le temps de Clovis. Et Du Cange croit sont venus des Romains long-tems avant les Lombards; & que ce mot n’a esté en usage que sous Charles le Gros vers l’an 884. Quelques-uns attribuent à Lothaire les loix des fiefs. On possede en fief, non seulement des héritages, mais des droits incorporales, comme dixmes, champarts, & autres redevances, & même des officies & dignitez. Ce mot est derivé, selon quelque-uns, de feudus, comme venant d’un traitté & d’une alliance faite avec le seigneur; selon d’autres de fides, comme Cujas & Jean de Janua, à cause de la foy qu’on est obligé de porter & de garder à celuy dont on relève. Bodin tient que le mot feudus latin vient par la contraction de ces lettres initiales, Fidelis er[o] domine vere meo, qui est une anccienne formule de la foy & hommage. Nicod tient qu’il vient de feed, mot allemand qui signifie la guerre. Pontanus le derive de feids, mot danois qui signifie Milice; d’autres du mot hongorois feeld, qui signifie terre; d’autres de foden, qui signifie mourrir; & Seldenus du saxon feon, qui signifie [St]ipendium, le fief estant une espèce de prebende pour vivre: car ce mot de fief a signifié autrefois des gages & appointemens d’officiers. Quelques auteurs latins ont dit fenum, d’où avons fait fief, en lieu de feudum, dont les Bourguignons ont fait foed.[23]
Esta entrada llama la atención en muchos sentidos, en principio por la relación directa que hizo el lexicógrafo con la tierra, con el señorío[24] y con los derechos que el señor tenía sobre estos. El carácter jurídico de dicha entrada subraya uno de los puntos fundamentales de finales del siglo XVII, a saber: la importancia del derecho[25], el cual no sólo era sinónimo de orden, ya proviniese de Dios o del hombre, sino que era el medio por el cual podría mantenerse o cambiarse el orden político y social establecido, dependiendo de la postura que se tuviera ante él . En este sentido, no es extraño que Furetière, a través de la contraposición e historización de las diversos orígenes del término, hiciera énfasis en los derechos que el señor tenía sobre dicho feudo. De esta manera, podemos observar, como fue en el caso de Richelet, el lugar primario que ocupan la fe y el homenaje en la significación, dado que son estos dos aspectos los que conforman el núcleo del contrato feudovasallático y con ello la materialización del orden social.
En líneas posteriores, el autor estableció las diversas formas de feudo como fueron el feudo dominante –fief dominant–, el feudo noble –fief noble–, el franco feudo –fran fief– y el feudo de pie –pied de fief–. Además significó las problemáticas legales que puede tener un señor para poseer un feudo: feudo de peligro –fief de danger– y feudo en par –fief en pair– y, finalmente estableció los derechos legales del señor: beneficio de feudo –profit de fief–, posesión de feudo–puissance de fief–, compromiso de feudo –commise de fief.[26] Dichas derivaciones del término «feudo» no sólo demuestran el amplio conocimiento del autor con respecto a la semántica de este sustantivo, sino que rectifican el carácter jurídico del mismo.
En cuanto a otras palabras provenientes del concepto «feudo», Furetière esgrime: «Féodal, ale. adj. Qui appartient au fief. Un seigneur féodal, faute de foy & hommage de son vassal, fait les fruits siens pendant la saisie féodale. Un retrait féodal, c’est l’action qu’a le seigneur de retenir le fief mouvant de luy par puissance de fief, quand il est aliené par le vassal, en payant le même prix.»[27] Con un lenguaje nuevamente jurídico, el autor utilizó el adjetivo feudal –perteneciente a un feudo–, para señalar la forma en que un señor puede recuperar su feudo enajenado –aliéné– por un vasallo. Pareciera, pues, que dicho diccionario no sólo tuvo la función de determinar el significado de las diversas palabras –viejas y nuevas– de la lengua francesa, sino que era una herramienta para conocer las problemáticas y derechos que los intelectuales modernos observaban en el régimen feudal, entre los cuales destacaba la atomización del poder entre la aristocracia en detrimento de la autoridad regia.
Finalmente, encontramos una palabra que, al menos en el diccionario de Richelet, no había sido definida hasta ese momento: féodalement. Apunta Furetière: «Féodalement. adv. D’une manière féodale. Il ne se dit guères qu’en cette phrase: Saisir féodalement.»[28] Como podemos observar la entrada es bastante simple pues, como la misma lo señala, el adverbio feudalmente sólo es ocupado cuando se «embarga feudalmente» un bien. De tal suerte que, al parecer, la palabra no era muy ocupada para finales del siglo XVII, además de que en términos lexicográficos un adverbio siempre tendrá menor jerarquía sintáctica que un sustantivo, como es el caso de «feudo».
Como señalamos anteriormente, el Dictionnaire de l’Académie Françoise dédié au Roy, tomó en cuenta tanto el diccionario de Richelet como el de Furetière para su realización. Dicha publicación llama la atención pues al buscar la entrada «féodal», encontramos lo siguiente: «Féodal, Féodalement, Féodalité Voy Fief.»[29] A través de la misma lógica de jerarquía sintáctica, la Academia Francesa englobó los sustantivos «feudal» y «feudalidad» así como el adverbio «feudalmente» como derivados de «feudo», lo cual a primera vista no es de llamar la atención. Lo interesante en este punto es la anotación del término «féodalité», el cual en principio no aparecía en los dos diccionarios anteriores además de haber sido borrada como los autores del Dictionnaire de l’Académie lo señalan.[30] Si seguimos el señalamiento de la obra, el término feudo significa: «Fief. f. m. Domaine, noble. On appelle, fief dominant, le domaine dont les autres fiefs relèvent: et fief servant, l’héritage que le vassal tient noblement du seigneur dont il relève, à la charge de foy & hommage &c. Fief de la Courone. fief de l’Empire. fief noble. fief qui relève, qui est mouvant, qui est tenu d’un tel seigneur. Retirer un héritage par puissance de fief. Profits du fief. Tenir une terre en fief. Posséder en fief.»[31] Establecido finalmente como un dominio, el feudo es explicado nuevamente desde su carácter jurídico y sus elementos fundamentales: primeramente, el señor y el vasallo y, aunado a ellos, la fe y el homenaje. De tal suerte que para 1694, los elementos mediante los cuales se ha conformado el concepto de feudo, tienen un tinte claramente social y jurídico y, en consecuencia, político. De manera sucinta, el Dictionnaire de l’Académie refleja el conocimiento de los intelectuales de la época, para así retomar los tipos de feudo ya descritos por Furetière y, en menor medida, los de Richelet, además de añadir dos elementos nuevos, a saber: feudo de la Corona y feudo del Imperio. Ambos ejemplos, resaltan no sólo por ser figuras entre cuyas tareas está el ordenar y gobernar sino porque, al igual que los feudos, eran de carácter hereditario[32] como ya había sido establecido en la Ley Sálica durante el gobierno Borbón.[33]
Ahora bien, en cuanto a las derivaciones del sustantivo nuclear –feudo– encontramos lo siguiente:
Féodal, ale. adj. Qui concerne le fief, qui appartient au fief. Matière féodale. Droit féodal. Droits féodaux. Saisie féodale. Retrait féodal. Seigneur féodal./Arrière-fief s. m. Fief dépendant d’un autre fief. Une terre qui a plusieurs arrière-fiefs./ Franc-fief. s. m. Fief possedé par un roturier avec concession & dispense du Roy, contre la règle commune, qui ne permet pas aux roturiers de tenir des fiefs. On appelle, droit des franc-fiefs, taxe des francs-fiefs, le droit dominal qui se lève de temps, sur les roturiers qui possèdent des terres nobles./ Inféoder. v. a. Unir, incorporer au fief. Inféoder des héritages./ Inféodé, ée. part. Domaine inféodé. dixmes inféodées./ Inféodation. s. f. v. acte par lequel on unit, on incorpore à un fief. L’inféodation estoit en bonne forme.[34]
Continuando con la condición jurídica, este diccionario se ocupó de significar los tipos de feudo, además de añadir los términos «inféoder», «inféodé» e «inféodation», los cuales dieron a la tierra un carácter transitivo, es decir que podían pasar a ser parte del señorío de algún aristócrata. Este cambio, dotó al concepto «feudal» no sólo de un carácter polisémico sino dinámico, lo cual lo estableció como un término jurídico y social y, a diferencia de Furetière, ya no fueron señalados las problemáticas legales que puede tener un señor para poseer un feudo y los derechos sobre el mismo fueron sintetizados en la entrada «infeudación».
Como podemos observar, a lo largo del siglo XVII el concepto «fief» y sus derivaciones fueron ancladas a significados de corte jurídico en los cuales se hacia énfasis en la herencia del feudo, las relaciones de feudo vasallaje y el uso de la tierra, es decir en aquello que desde el siglo posterior fue denotado como «féodalité». En este sentido el interés por establecer el significado de dichos términos y su sentido jurídico refleja no sólo el contexto de la época sino los intereses de uso del pasado que se tenían, pues fue a través del lenguaje jurídico que pudo ser comprendido el régimen anterior y sus diferencias y continuidades con el Ancien Régime. Sera necesario, pues, analizar como estos conceptos fueron comprendidos a lo largo del siglo XVIII, a saber, su transición hacia un uso profundamente ideologizado el cual transitó entre las posturas que abogaban por la recuperación del régimen feudal y aquellas que proponían una ruptura total con el mismo.
II. Siglo XVIII. Moral, política y naturaleza
Los últimos años del siglo XVII y la llegada del nuevo siglo trajeron profundas modificaciones culturales y sociales asociadas a la vida en comunidad y al saber científico, lo cual se vio reflejado entre los círculos más educados donde la naturaleza y los derechos del hombre comenzaron a tener un papel preponderante. En consecuencia, se hizo presente el rechazo y abandono de la espiritualidad habitual, la cual, si bien ya había sufrido cambios drásticos desde el siglo XIV con el surgimiento de la devotio moderna y las posteriores disputas entre Roma y el protestantismo, sería durante el siglo XVIII cuando se dislocarían los sentimientos más específicamente religiosos, y en consecuencia, llegaría una nueva ordenación tanto de las mentalidades como de los valores éticos.[35]
En este sentido las explicaciones mistéricas ya no eran satisfactorias y se tendía considerar el universo como un gran andamiaje de leyes matemáticamente establecidas. Sin embargo, esto no presupuso una ruptura tajante con la religión, la existencia de Dios aún era considerada como una verdad inalterable, pues era de Él de quien provenían las virtudes humanas y el funcionamiento del universo; era, pues, la divinidad la que permitía que existiese el orden en la naturaleza y en la sociedad. Conocido bajo el nombre de Deísmo, esta cosmovisión concebía la armonía social como el complemento de un orden universal, al tiempo que el saber científico ocupaba el papel de apoyo a la religión. [36]
En el caso francés, estas ideas provenientes de Inglaterra[37], no tardaron en tener resonancia. A consecuencia de los últimos años del reinado de Luis XIV caracterizados por la decadencia del régimen y de la corte producto del nepotismo, el declive de la hegemonía francesa en el continente y el malestar generalizado debido a las hambrunas, autores como François Fénelon[38] y Henri Boulainvilliers[39] ya mostraban la aspiración a un régimen que no fuera absolutista.
La muerte de Luis XIV trajo consigo una falsa calma para la nación gala. El rey heredero Luis XV –llamado «le Bien-aimé»– fue conocido durante los primeros por su poco contacto con la vida política del país y constante sucesión de ministros. Los problemas no tardaron en resurgir debido a su débil gestión, además de la influencia de las ideas de los filósofos ilustrados que ya habían comenzado a penetrar en la sociedad intelectual francesa. Entre las filas de los «promotores de la Ilustración», el porcentaje de eclesiásticos era casi nulo en comparación con lo hombres de ciencia, quienes se caracterizaban por no expresarse en latín sino en lenguas romances. Así, para los ilustrados, la razón se había convertido en el eje rector de todo análisis, lo cual se tradujo en la posibilidad de solucionar cualquier problema y en una forma de incluir a la opinión pública ya que mediante la razón los grandes grupos de personas podrían llegar a la verdad, por lo menos en términos teóricos.[40]
El racionalismo gestado en el siglo XVII y materializado a lo largo del siglo XVIII, no tardó en unirse con la naturaleza, como ha señalado Tenenti: «Como todo lo que era conforme a razón no podía dejar de ser verdadero, lo que era conforme con la naturaleza no podía dejar de ser bueno. Naturaleza y razón se armaron conjuntamente de una incontrovertible validez fundamental.»[41] En este sentido, se experimentó una añoranza por el «estado natural» del cual se consideraba que el hombre se había alejado y sólo podría volver a éste si se comprendía a la naturaleza como el código divino en el que estaban escritas la leyes que la razón sabía concretar. Conocido con el nombre de «naturalismo jurídico», este fue bien acogido tanto en el mundo burgués como por la monarquía ilustrada. La moral y el derecho constituyeron las vías por las cuales se podía reivindicar a la sociedad laica, hasta ese momento, excluida del plano político. Así, en nombre del «derecho natural» se escindieron moral y política, lo cual pretendía que posteriormente hubiese reivindicaciones jurídicas. Dichas premisas no podían estar más lejos de las bases del sistema absolutista pues no sólo se debilitaba la dimensión sobrenatural, sino también la terrenal y, en este sentido hacían evidente que el poder monárquico francés ya no era la expresión de la nación, sino de una élite con intereses propios. Ante dicho contexto las respuestas de los intelectuales fueron diversas. Mostremos aquí algunas de ellas y su relación con la construcción del concepto de «feudalismo».
1. Henri de Boulainvilliers: la feudalidad, un momento de gloria
Conocido por su interés en la evolución de las instituciones francesas y sus ideales profeudales, el politólogo e historiador francés Henri de Boulainvilliers (1658-1722) –de cepa aristócrata– observó el derecho natural como una aberración, pues desde su perspectiva la nobleza francesa era descendiente de los conquistadores francos establecidos allí después de la caída del Imperio romano. En consecuencia, el «derecho de conquista» dotaba a lo señores de la zona con la libertad y el derecho de ejercer justicia sin interferencia del rey.[42] En este sentido, la monarquía para Boulainvilliers no había hecho más que trastocar los derechos de la nobleza que desde la monarquía capeta se les habían otorgado.[43]
Así, en su obra póstuma Histoire de l’ancien gouvernement de la France avec XIV Lettres Historiques sur les Parlements ou État-Généraux (1727), Boulainvilliers buscó enaltecer la historia de las antiguas instituciones de Francia pues, como el mismo lo señala en el prefacio de su obra: «La plupart ont abandonné l’idée du bien public, & même celle du devoir qui les engageoit à repondre fidellement à l’intention du Prince; & presque tous n’ont donné que des ouvrages imparfaits ou négligez, dans lesquels on perd presque nécessairement la vue de la fin proposée».[44] En este sentido, la obra tuvo como objetivo ensalzar el régimen feudal; basta con leer las siguientes palabras que escribió sobre Carlomagno para dar cuenta de ello: «Les réflexions ausquelles ce Prince consacra la 23e année de son règne, ne firent qu’augmenter son estime pour cette nouvelle police des fiefs. Il régla pendant ce tems là le gouvernement de l’Alemagne, & y établit l’ordre de la féodalité dans une perfection [si] complette, qu’il s’y conserve encore aujourdui, & qu’il peut faire un sujet d’admiration à quiconque voudra s’en instruire dans l’extrait du Mémoire d’Alsace.»[45]
Esta obra llama la atención no sólo debido a que las alabanzas al régimen feudal no dejan de ser constantes –lo cual refuerza la ideología del autor–, sino que también es ineludible el concepto «féodalité», el cual como observamos anteriormente fue suprimido del Dictionnaire de l’Académie Françoise. De la misma manera que en el resto de la obras, este concepto tiene un carácter jurídico basado en el feudo-vasallaje, lo interesante aquí es que el autor señale que se «estableció el orden de la feudalidad» lo cual dota al término de un carácter sistémico, es decir que más allá de ser una serie de leyes, la feudalidad denota una forma de convivencia política y social que conserva el orden y el bienestar de la comunidad, lo cual para Boulainvilliers eran digno de admiración. En consecuencia la palabra «feudalidad» surge en esta obra como un concepto con una clara carga ideológica en contraposición a aquellos que apoyaban el Antiguo Régimen.
Pareciera, entonces, que el concepto «féodalité» utilizado en esta obra tiene un carácter mucho más complejo en términos lexicográficos, pues si bien en un principio es un sustantivo, este tiene la condición de adjetivar, es decir denotar que algo que no era feudal hubiese adquirido las características feudales –feudo y vasallaje–, lo cual hace de la feudalidad una cualidad, definición muy parecida a la que se dio al concepto «infeudación» –inféodation– en el siglo XVII y a «feudalidad» durante la primera mitad del siglo XX.[46]
2. Gabriel-François Coyer: gobierno feudal, gobierno opresor
Por otra parte encontramos al abad Gabriel-François Coyer (1707-1782). Hijo de un comerciante de paño, realizó sus estudios con los jesuitas y formó parte de la Compañía de Jesús durante ocho años para, posteriormente, desempeñarse como consejero político del conde de Bouillon y, finalmente, hacia 1743, unirse a la caballería ligera francesa por propuesta del conde de Evreux para desempeñarse como capellán de la misma. [47] Autor de varias investigaciones históricas y económicas, Coyer es conocido por su obra La noblesse commerçante (1756), donde evidenció la degradación y la pobreza de alta burguesía e invitó a la aristocracia rural –hobereaux– a cultivar sus tierras y trabajar con el pueblo. Asimismo, invitaba a la baja nobleza y a los segundones a practicar el comercio, actividad que de acuerdo a la mentalidad de la época no era propia de los nobles, y llevarla a cabo degradaba a la nobleza. Entre las páginas de su obra, encontramos la siguiente referencia al régimen feudal:
C’est despuis que le commerce commence à s’anoblir lui-même dans les idées publiques; c’est depuis que des Nations commerçantes & rivales nous font sentir tout ce qu’elles peuvent par les forces du commerce; c’est depuis que le flambeau de la philosophie éclaire & dissipe nos préjugés. Notre raison a fait un grand pas si elle nous dit qu’un gentilhomme peut commercer.
On n’entendoit pas ce langage dans ces tems barbares du gouvernement féodal où la noblesse tenoit la moitié de la France dans une indigne servitude. Elle n’avoit pas besoin du commerce puisqu’elle possédoit tout, les terres & les hommes; d’ailleurs on ne pensoit alors qu’à ataquer ou à se défendre, & l’épée paroissoit l’instrument le plus nécessaire à l’Etat.[48]
Esta breve referencia a los siglos que antecedieron a la Modernidad resguardan una riqueza importantísima para nuestro estudio. En principio resalta el carácter comparativo –encontrado también en Henri de Boulainvilliers– entre los tiempos que vivía Coyer y los siglos medievales a los cuales de manera velada el autor los denota como obscuros al señalar que la «flama de la Filosofía ha disipado los prejuicios». En este sentido, podemos argüir que en esta obra ya existen visos de una idea de progreso, la cual, como es bien sabido, observó a la Edad Media como un impasse en el desarrollo de la humanidad[49]. Dicho argumento se refuerza en el segundo párrafo cuando el autor anota «aquellos tiempos bárbaros del gobierno feudal»[50], lo cual inmediatamente remite al lector al binomio barbarie-civilización, es decir que a diferencia de Boulainvilliers y de los diccionarios del siglo anterior, ya encontramos para 1756 –año en que se publicó la obra– una visión negativa del Medieovo, el cual es comprendido desde su forma política, económica y social y que, por lo tanto, para este caso gobierno feudal y Edad Media funcionan como sinónimos.
Asimismo, llama la atención el carácter moral de la anotación cuando Coyer subraya la responsabilidad que tenía la nobleza de la Edad Media al mantener «a media Francia en una servidumbre indigna», característica, primordial del gobierno feudal y que en términos contextuales da noticia de influencia de los ideales ilustrados de la época. De tal suerte que esta obra es un claro ejemplo de los intereses y las problemáticas que se plantaban algunos intelectuales hacia la segunda mitad del siglo XVIII, a saber: el libre comercio y la moral, los cuales eran comparados con aquella realidad donde la espada era el instrumento más necesario del Estado.
Por supuesto, ésta no fue la única anotación que realizó Coyer al respecto, ya en su Histoire de Jean Sobieski, roi de Pologne, publicada hacia 1761, apuntaba sobre de dicha nación:
Aussi la Pologne n’a-t-elle qu’un petit nombre d’ouvriers & de marchands ; encore sont-ils Écossais, François ou Juifs. Elle n’a point d’école de peinture. L’architecture est dans l’enfance. Point de théâtre. L’histoire y est traitée sans goût, les mathématiques peu cultivées, la saine philosophie presqu’ignorée ; nul monument, nulle grande ville : Varsovie ne compte pas soixante mille âmes. Telle était la France sous le gouvernement féodal. Qu’attendre d’un pays où le poids de la noblesse écrase tout ?[51]
La referencia a Polonia y su comparación con el gobierno feudal de Francia, no sólo confirma la perspectiva de Coyer antes señalada, sino que abona una serie de elementos culturales –arquitectura, pintura, Historia– y científicos –matemática y filosofía– los cuales, al estar poco madurado durante reinado de Jan III Sobieski, dotan a su argumentación de más elementos para denostar las formas de gobierno anteriores. Por supuesto, como en la obra anterior, el abad señala a la nobleza como la fuente de todos los males al preguntarse: «¿qué esperar de una país donde el peso de la nobleza aplasta todo?».
De tal suerte que si bien para Coyer el gobierno feudal representado por la nobleza se caracterizaba principalmente por un comercio cercado y pobre, esto repercutió en aquellos elementos característicos del crecimiento de las urbes y con ello en el desarrollo de los elementos propios de la Ilustración y la Modernidad, como fueron las Artes Mayores y las Ciencias. Así, en las obras del abad Coyer encontramos no sólo la necesidad de romper con el gobierno feudal en términos políticos y económicos, sino culturales y, en este sentido, intelectuales pues dicho régimen representaba la frustración del progreso.
3. Jean-Jacques Rousseau: moral y política, un binomio inquebrantable
Un claro ejemplo de las aportaciones de la Ilustración surgió de la pluma del ginebrino Jean-Jacques Rousseau (1712-1778), quien desde mediados del siglo XVIII asumió las ideas que desde principio de siglo impregnaban el aire de Occidente y sostuvo que el nuevo soberano debía representar la voluntad de los miembros de la sociedad, ya que eran ellos quienes, a través del voto directo, habían expresado su decisión de ser gobernados. De esta manera, el soberano encarnaba la voluntad general, la cual si bien resultaba absoluta y capaz de otorgarse a sí misma la ley, en términos teóricos mantenía la soberanía en el pueblo y éste confería la autoridad a un poder ejecutivo. Dicho matiz es de primer orden pues, como apuntó Alberto Tenenti: «convertido en ciudadano de una comunidad política conforme al contrato social, el hombre acababa disponiendo sólo en apariencia de la voluntad general, que en realidad era administrada alternativamente por determinados jefes. Estos últimos tenían que ejercer el poder real como si fuese la expresión del consenso universal.»[52] En consecuencia, la participación política colectiva alejaba a los individuos de sus derechos individuales.
Dicha observación evidencia el carácter contradictorio de las ideas de Rousseau, quien si bien observaba el régimen establecido como la antesala de una crisis y el siglo de las revoluciones, no dejaba de tener su mirada en dar un vuelco total al sistema político imperante el cual, desde su perspectiva, mantenía los vicios de las monarquías medievales. Así, en su obra Du contrat social ou principes du droit politique, publicada hacia 1762, esgrimió:
L’idée des réprésentants est moderne: elle nous vient du gouvernement féodal, de cet inique & absurde gouvernement dans lequel l’espèce humaine est dégradée, & où le nom d’homme est en déshonneur. Dans les anciennes républiques & même dans les monarchies, jamais le peuple n’eut de représentants; on ne connoissoit pas ce mot-là. Il est très singulier qu’à Rome où les tribuns étoient si sacrés on n’ait pas même imaginé qu’ils pussent usurper les fonctions du peuple, & qu’au milieu d’une si grande multitude, il n’aient jamais tenté de passer de leur chef un seul plébiscite. Qu’on juge cependant de l’embarras que causoit quelquefois la foule, par ce qui arriva du temps des Gracques, où une partie des citoyens donnoit son suffrage de dessus les toits.[53]
Al analizar esta cita, llaman la atención los tientes morales y políticos de los cuales Rousseau echó mano para denostar el régimen inmediatamente anterior. Esta breve referencia da cuenta de cómo el filosofo ginebrino vio en ambos aspectos –moral y política– un lazo inquebrantable, es decir, que un buen político debía sostener una buena moral, elementos que, al parecer, desde su punto de vista habían sido corrompidos durante la Edad Media. En este sentido para Rousseau el «gobierno feudal» era sinónimo de deshonor y degradación, tanto en un sentido individual –los monarcas y los eclesiásticos– como en un sentido social, dado que al no haber representantes, la voluntad general no era escuchada.
Por otra parte es necesario subrayar el carácter estático –obscuro[54]– que reguarda la categoría «gobierno feudal», en este sentido pareciera que para Rousseau no hubo cambios durante por lo menos cinco siglos. Dicha característica no puede ser achacada al autor como una carencia en su análisis, dado que entre los filósofos ilustrados es constante encontrar ideas de ruptura, es decir, que si bien se veía al Ancien Régime como un sistema de gobierno monolítico, que estaba sujeto a trastornos inevitables y radicales, era necesario, pues, tanto en término retóricos como epistemológicos, hablar de UN «gobierno feudal», el cual representaba todo aquello contra lo que se luchaba –igualdad, libertad, fraternidad– y que, en términos amplios, era el claro ejemplo de varios siglos donde la humanidad no conoció el progreso.
Asimismo, estas ideas pueden ser constatadas en la siguiente cita; apuntaba Rousseau: «Les combats particuliers, les duels, les rencontres sont des actes qui ne constituent point un état; & à l’égard des guerres privées, autorisées par les établissemens de Louis IX roi de France & suspendues par la paix de Dieu, ce sont des abus du gouvernement féodal, système absurde s’il en fut jamais, contraire aux principes du droit naturel, & à toute bonne politie.»[55] En estas líneas, Rousseau da cuenta de algunas de las características del gobierno feudal que desde un primer momento expresan no sólo el anticlericalismo que, desde su punto de vista, imperaba en la época sino de uno de los puntos más criticados, a saber: el gobierno y la toma de decisiones en manos de un grupo minoritario que no velaba por las necesidades del pueblo y por lo tanto atentaba contra el derecho natural y la buena política.
Las ideas antes expuestas, fueron también señaladas en algunas otras obras de Rousseau como es el caso de sus Considérations sur le gouvernement de Pologne et sur sa réformation projetée, publicadas hacia 1771, donde el autor apuntó:
Qu’on ne dise donc pas que le concours du Roi, du Sénat et de l’ordre équestre est nécessaire pour former une loi. Ce droit n’appartient qu’au seul ordre équestre, dont les Sénateurs sont membres comme les nonces, mais où le Sénat en corps n’entre pour rien. Telle est ou doit être en Pologne la loi de l’État : mais la loi de la nature, cette loi sainte, imprescriptible, qui parle au cœur de l’homme et à sa raison, ne permet pas qu’on resserre ainsi l’autorité législative, et que les lois obligent quiconque n’y a pas voté personnellement comme les nonces, ou du moins par ses représentants comme le corps de la noblesse. On ne viole point impunément cette loi sacrée, et l’état de faiblesse, où une si grande nation se trouve réduite, est l’ouvrage de cette barbarie féodale qui fait retrancher du corps de l’État sa partie la plus nombreuse, et quelquefois la plus saine.
De la misma forma que para Gabriel-François Coyer, el reino de Polonia fue de interés para el filósofo ginebrino quien dedicó una de sus obras al análisis de la monarquía electiva de dicho país. Como se puede observar en la líneas antes citada, Rousseau criticó el nulo poder de los de los nuncios, en contraparte a la nobleza. De esta manera, como el mismo lo señala, el grupo de los eclesiásticos, representantes del hombre y la razón no tenían un lugar en la elección lo cual iba en contra del derecho natural. Así, desde su perspectiva, este fenómeno provenía de la «barbarie feudal», categoría –utilizada anteriormente por Coyer– que podemos comprender como una adjetivación del «gobierno feudal», el cual como ya hemos señalado se caracterizaba por el anticlericalismo.
En este sentido, la obra de Rousseau estableció, en términos de la construcción del concepto de feudalismo, un paso fundamental, es decir la adjetivación de toda una época a través de dos categorías –gobierno feudal y barbarie feudal– las cuales representaban el origen de todos los males que, a pesar de haber quedado siglos atrás, seguían vigentes para la segunda mitad del siglo XVIII. Así, el hecho de llamar al régimen establecido en Occidente durante por los menos cinco siglos «gobierno», tiene la función de dar una idea globalizante y de, en términos retóricos, establecer el punto de conexión con las premisas morales y políticas que sostenía el ginebrino. Aunado a lo anterior, las premisas de Rousseau representan el combate que desde el siglo XVII se tenía con todo aquello que no fuese moderno, en este sentido no sólo los siglos pleno y bajo medievales eran deleznables sino aquellas reminiscencias jurídicas y sociales que permanecieron hasta finales del siglo XVIII.
Conclusión
Como fue señalado en la primeras líneas de esta colaboración, el análisis de los conceptos propuesta, ya desde hace algunos años, por Reinhart Koselleck, Hans-Georg Gadamer y, más actualmente, por Javier Fernández Sebastián y Gonzalo Capellán de Miguel, es de primer orden para el quehacer del historiador en tanto a el carácter polisémico que estos resguardan. En este sentido, los términos fief, féodalité, féodalement y gouvernement féodal, no son la excepción pues, como hemos podido observar en las páginas anteriores, estos gozan de una historicidad íntimamente ligada tanto al contexto de utilización como a la ideología de los autores estudiados. De manera tal que si bien existen contenidos mínimos para comprender dichos conceptos, como es su carácter jurídico, es necesario mirar los fenómenos sociales y políticos de la época para comprender su utilización.
En este mismo sentido podemos observar que el interés que se dio a lo largo de los siglos XVII y XVIII a la jurisprudencia responde a directamente a un contexto de cambios y disputas políticas y sociales, en el que los escritores y filósofos de la época buscaron establecer los conceptos fundamentales para comprender tanto al Ancien Régime como al régimen que lo precedió. En este sentido la significación, articulación y definición de conceptos como «fief», «féodal» y «féodalité», fueron de primer orden pues, a través de ellos pudieron esclarecer las características del absolutismo, sus cambios y continuidades en comparación con el gobierno feudal y así postular un horizonte de posibilidades en el cual la moral y la buena política fuesen características de los mandatarios.
La evolución de los términos antes señalados, dio un vuelco en el siglo XVIII pues se pasó de significaciones estáticas, regularmente representadas mediante sustantivos, a una aplicación de las mismas mediante la adjetivación, ya fuese de manera negativa o positiva, la cual dio cuenta de las diversas ideologías de la época. Lo «feudal» como una forma de gobierno podía ser observado desde dos perspectivas: primeramente, como lo señaló Boulainvilliers, como un régimen justo, el cual respetaba los derechos de la nobleza y el bien social; y por otra parte, como fue el caso de Coyer y Rousseau, como sinónimo de lo antimoderno, obscuro e incivilizado, lo cual, aunque no se esgrime aún con dichas palabras, era la fuente de todos lo males, pues iba en contra del progreso de la humanidad. Muestra de ello fue la Revolución de 1789 y con ella la Déclaration des droits de l’homme et du citoyen, mediante lo cual se buscó un nuevo orden y una nueva sociedad que se contrapusiera al régimen feudal y sus resabios durante el absolutismo.
En este sentido podemos observar que durante el XVII los diversos diccionarios tuvieron la función de institucionalizar tanto el concepto de «feudo» como sus derivaciones con el fin de establecerlas como registro de autoridad. Así, la complejización de dichos términos no sólo enriqueció a la lengua francesa sino que, en términos prácticos, funcionó como eje de comparación que permitió que en el siglo posterior se hiciera un uso ideologizado de los términos y en consecuencia promovió la posibilidad de un futuro diferente en el cual el rey no fuese quien centralizara el poder en su persona. Así, los términos «féodal», «féodalité», «féodalement» y «gouvernement féodal», jugaron el papel fundamental, pues fue mediante ellos que se pudo pensar un orden diferente al establecido por los últimos tres reyes borbones y con ello la acuñación durante el siglo XIX de conceptos «futurocéntricos», es decir acuñados a partir de un horizonte de expectativas y no desde la experiencia, como fueron el caso de republicanismo, liberalismo, etc.
Así, fue durante el siglo XIX cuando fue escrito por primera vez el concepto «feudalismo» en un diccionario. En 1823 el lexicógrafo Pierre-Claude-Victor Boiste asentó en su Dictionnaire Universel de la langue française: «†Féodalisme, s.m. système de la féodalité 1 ; anarchie des grands propriétaires. 1 On fut obligé de combattre le féodalisme par le machiavélisme, celui-ci par le jacobinisme, auquel on oppose les deux premiers: ainsi se succèdent souvent les maux et les remèdes.»[56] Si bien es cierto que el significado del término refiere inmediatamente a la feudalidad y a los derechos feudovasalláticos, sobresale el hecho del sufijo «ismo» el cual denota una formación lexicográfica abstracta y subraya su carácter estático. Asimismo, los ejemplos ocupados por Boiste, dan luz sobre la perspectiva que se construyó sobre el régimen feudal, es decir, algo que se debía combatir pero que en la historia de la humanidad fue necesario no sólo como eje de comparación sino como aquella enfermedad para la cual Francia encontró su remedio.[57]
[1] Vid. Reinhart Koselleck, Vergangene Zukunft. Zur Semantik geschichtlicher Zeiten, Fráncfort, Suhrkamp, 1979; Begriffsgeschichten: Studien zur Semantik und Pragmatik der politischen und sozialen Sprache, Fráncfort, Suhrkamp, , 2006; The Practice of Conceptual History. Timing, History, Spacing Concepts, trad. Todd Samuel Presner, Stanford, Stanford University Press, 2002.
[2] Vid. Hans-Georg Gadamer, «Die Grenze zum Unsagbaren: Sprache als Horizont einer hermeneutischen Ontologie», Wahrheit und Methode, t. I, Tübingen, J.C.B. Mohr, 1965, pp. 442-478.
[3] Vid. Javier Fernández Sebastián y Gonzálo Capella de Miguel (eds.), Conceptos políticos, tiempo e historia: nuevos enfoques en historia conceptual, Santander, Ediciones de la Universidad de Cantabria-MacGraw Hill, 2013.
[4] También hay importantes aportaciones realizadas en legua alemana, para el caso vid. Otto Brunner, “Feudalismus”. Ein Beitrag zur Begriffsgeschichte, Wiesbaden, Fr. Steiner, 1959; Ludolf Kuchenbuch y Bernd Michael (ed.), Feudalismus. Materialien zur Theorie und Geschichte, Fráncfort, Ullstein, 1977.
[5] Vid. Marc Bloch, Apologie pour l’Histoire ou Métier d’historien, 2e éd., París, Armand Colin, 1952, pp. 96-99.
[6] Elizabeth A. R. Brown, «The Tiranny of a Construct: Feudalism and Historians of Medieval Europe”, The American Historical Review, vol. 79, no. 4, octubre, 1974, pp. 1063-1088.
[7] Ibid. p. 1088.
[8] Alain Guerreau, Le féodalisme, un horizon théorique, París, Le Sycomore, 1980. Para estudios posteriores vid., Alain Guerreau, «Fief, féodalité, féodalisme. Enjeux sociaux et réflexion historienne», Annales. ESC, vol. 45, no. 1, 1990, pp. 137-166.
[9] Antoine Landi, Histoire de la littérature d’Italie. Tirée de l’Italien de Mr. Tiraboschi, et abrégée pour Antoine Landi, Berna, s/e, 1784, 5 v.
[10] Cabe resaltar que entre 1784 y 1823 el concepto «feudalismo» fue utilizado en otras publicaciones entre las que destacan: Aubin Louis Millin, François Joseph Noel e Israel Warens, Magazin encyclopédique, ou journal de sciences des lettres et des arts, t. II, París, Magazin Encyclopédique, 1795; Alexandre-Henri Tessier y André Thouin, Encyclopédie méthodique. Agriculture, t. IV, París, H. Agasse, 1796; Alex Bascher, Cours de droit public, t. I, París, Huzard, 1803; Charles Forster, Pologne, París, Firmin Didot Frères, 1811; «Éloge de Gaetano Filangieri», en Les mérovingiens et la France sous cette dynastie, 1ª parte, París, A. Égron, 1816; Lettre de M. le comte de Forbin-Janson à M. le comte Decazes, París, Delaunay-Donnas, 1819.
[11] Agradezco a los revisores de este artículo por sus aportaciones sobre el año en que comenzó a ser utilizado el concepto feudalismo en lengua francesa.
[12] Vid. Bernard Quemada, Les Dictionnaires du français moderne, 1539-1863, étude sur leur histoire, leurs types et leurs méthodes, París-Bruselas-Montreal, Didier, 1967.
[13] Pierre-Claude-Victor Boiste, Dictionnaire Universel de la langue française, avec le latin et les étymologies, t. 1 [en línea], 6e ed. corregida y revisada, París, Verdière Librairie, 1823. (Consultada el 13 de marzo de 2015). http://books.google.es/books?id=V4AvAAAAQAAJ&dq=jean%20pierre%20victor%20boiste&hl=es&pg=RA1-PA207#v=onepage&q=jean%20pierre%20victor%20boiste&f=false.
Cabe señalar que la entrada «féodalisme» no sufrió ningún cambio desde la sexta hasta la treceava y última edición, publicada en 1853.
[14] El corpus documental elegido para este artículo muestra sólo algunos usos tanto lexicales como políticos de los conceptos establecidos, lo cual pretende dar luz sobre una parte del problema aquí estudiado. En mi tesis doctoral, la cual realizo actualmente, profundizaré en esta temática a partir del análisis de fuentes hemerográficas, literarias, folletines, etc., con el fin de establecer su uso de manera más completa.
[15] Vid. Fanny Cosandey y Robert Descimon, L’absolutisme en France: histoire et historiographie, París, Éd. de Seuil, 2002.
[16] Vid. Ulrich Lehner y Michalel Printy, A Companion to the Catholic Enlightenment in Europe, Leiden-Boston, 2010.
[17] Vid. Geoffrey Parker, El siglo maldito: clima, guerras y catástrofes en el siglo XVII, Barcelona, Planeta, 2013.
[18] Alberto Tenenti, La Edad Moderna XVI-XVIII, Barcelona, Crítica, 2011, p. 294.
[19] L’Académie Françoise, Le Dictionnaire de l’Academie Françoise dedié au Roy [en línea], París, Jean Baptiste Coignard, 1694, p. 4. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k503971 (Consultada el 15 de marzo de 2015).
[20] Para mayor información, vid. John Considine, Academy Dictionaries 1600-1800, Cambridge, Cambridge University Press, 2014; especialmente el capítulo 3: “The Making of the Dictionnaire de l’Académie françoise, and its Seventeenth-Century Rivals” y el capítulo 4: “The Dictionnaire de l’Académie françoise from its publication to the end of the eighteenth century”.
[21] Pierre Richelet, Dictionnaire françois contenant les mots et les choses, plusieurs nouvelles remarques sur la langue françoise [en línea], Ginebra, Jean Herman Widerhold, 1680, p. 328. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k509323 (Consultada el 18 de marzo de 2015).
[22] Ibid., p. 333.
[23] Antoine Furetière, Dictionnaire Universel, contenant generalement tous les mots François tan vieux que modernes, & les Termes de toutes les sciences et des arts, t.1 [en línea], La Haya, A. et R. Leers, 1690, p. 856, c. 2. http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k50614b/f3.image (Consultada el 19 de marzo de 2015).
[24] Señala Furetière: SEIGNEURIE. Terre d’un seigneur, dont relevent d’autres fiefs, & censives. La seigneurie est une dignité avec la puissance publique en proprierté Loyseau. Un tel hameau est dans la censive d’une telle seigneurie. En la basse latinité on l’appellée senioraticum, seniratus & seniorale; SEIGNEURIE, se dit quelquefois du domaine, du territoire d’un petit Etat, comme la seigneurie de Venise, de Gennes. On le dit aussi des officiers, ou magistrats qui les gouvernent. Vos illustrissimes seigneuries; SEIGNEURIE, se dit aussi quelquefois de la personne, mais seulement en discours familier. N’en déplaise à vôtre seigneurie. Je suis serviteur à vôtre seigneurie.; SEIGNEURIE. Nom, qualité qu’on prend ou d’une terre, ou qu’on imagine pour distinguer les personnes d’une même famille. Qui Diable vous a fait aussi vous aviser/A quarante deux ans vous debaptiser,/ Et d’un vieux tron porri de vôtre metditle/ Vous faire dans le monde un nom de Seigneurie? MOL. Ibid., t. 3, s/p.
[25] Vid. Harold J. Berman, Law and Revolution. The Formation of the Western Legal Tradition, Cambridge, Harvard University Press, 1983.
[26] Vid. Ibid., p. 856 c.2-p. 857, c. 1.
[27] Ibid., p. 843, c. 1.
[28] Idem.
[29] L’Académie Françoise, op. cit., p. 444, c. 2.
[30] En el apartado «Additions et corrections» del diccionario se lee: «FÉODALITÉ. Effacez ce mot.» Ibid., p. 675, c. 2.
[31] Ibid., p. 453, c. 2.
[32] Cfr. Berman, op. cit.
[33] La loi salique [en línea], París, Édition Firmin Didot, 1828. http://ledroitcriminel.free.fr/la_legislation_criminelle/anciens_textes/loi_salique.htm (Consultada el 19 de junio de 2015).
[34] Ibid., pp. 453 c. 2-454 c. 1.
[35] Vid. Robert Mandrou, Des humanistes aux hommes de science XVIe et XVIIe siècles, París, Éditions du Seuil, 1973.
[36] Vid. Robert Mandrou, La France aux XVIIe et XVIIIe siècles, 6e éd., París, PUB, 1997.
[37] Es bien sabido que el anglicanismo y la Revolución inglesa fueron el motor que dio pie a una serie de cambios estructurales en el resto de Europa. Vid., Xavier Gil Pujol, «Las provincias Unidad (1581-1650). Las islas Británicas (1603-1660)», en Alfredo Floristán (coord.), Historia Moderna Universal, Barcelona, Ariel, 2013, pp. 327-349.
[38] Vid. François Fénélon, Lettre de Fénelon à Louis XIV, París, Antoine-Augustin Renouard, 1825.
[39] Vid. Henri de Boulainvilliers, Histoire de l’ancien gouvernement de la France avec XIV Lettres Historiques sur les Parlements ou État-Généraux, 3 t. [en línea], La Haya, s/e, 1727. https://books.google.com.mx/books?id=t-tXBJv6J20C&lpg=PP7&ots=EUiq735UL6&dq=Histoire%20de%20l’ancien%20gouvernement%20de%20la%20France%20avec%20XIV%20Lettres%20Historiques%20sur%20les%20Parlements%20ou%20%C3%89tat-G%C3%A9n%C3%A9raux&pg=PP7#v=onepage&q=Histoire%20de%20l’ancien%20gouvernement%20de%20la%20France%20avec%20XIV%20Lettres%20Historiques%20sur%20les%20Parlements%20ou%20%C3%89tat-G%C3%A9n%C3%A9raux&f=false (Consultada el 19 de marzo de 2015).
[40] Vid. Tenenti, op. cit.
[41] Ibid., p. 320.
[42] L’origine & l’égalité de la condition & du partage entre les François ayant été prouvée, il en résulte que les Conquérans de la Gaule, qui n’avoient point de maitres directs, devoient du moins trouver dans l’assemblée commune de toutes les membres de la Nation une puissance supérieure, sans laquelle nulle police intérieure ou extérieure ne peut subsister, qui leur fit observer les loix qu’ils étoient eux mêmes imposées. Boulainvilliers, op. cit., t. I, pp. 57-58.
[43] Para mayor información sobre Henri de Boulanvilliers vid., Renée Simon, À la recherche d’un homme et d’un auteur: essai de bibliographie des ouvrages du Comte de Boulainvilliers, París, Boivin, 1941; Henry de Boulainvilliers. Historien, politique, philosophe, astrologue 1658-1722, París, Boivin, 1941; Un révolté du grand siècle, Henry de Boulainvillers, Garches, Nouvel humanisme, 1948; Harold A. Ellis, Boulainvilliers and the French monarchy: aristocratic politics in early eighteenth-century France, Ithaca, Cornell University Press, 1988.
[44] Boulainvilliers, op. cit., pp. 4-5.
[45] Ibid., p. 111.
[46] Cfr. François-Louis Ganshof, Qu’est-ce que la féodalité, Brucelas, Office de Publicité, 1944.
[47] L. S. Gordon menciona en su artículo «Gabriel-François Coyer et son œuvre en Russie» que su nombre no se encuentra en la historia de la literatura de Francia. Por su parte G. Lanson sí lo menciona en su Manuel bibliographique pero no indica ninguna de sus obras. Vid. L. S. Gordon, «Gabriel-François Coyer et son œuvre en Russie», Revue des études slaves, t. 42, fas. 1-4, 1963, pp. 67-82. Para mayor información sobre Gabriel François Coyer vid. “Gabriel Coyer”, en Dictionnaire des journalistes (1600-1789), [en línea]. http://dictionnaire-journalistes.gazettes18e.fr/journaliste/204-gabriel-coyer (consultada el 29 de agosto de 2015). También pueden ser consultadas varias tesis sobre dicho autor: Jean Lebreton-Savigny, Les Idées économiques de l’Abbé Coyer, tesis de doctorado, Université de Poitiers-UFR de droit et sciences sociales, Poitiers, 1920; Georges Malibran, Un ami de la «philosophie»: l’abbé Coyer (1707-1782), tesis de doctorado, Université de Paris-Faculté de Lettres, Paríss, 1952.; ues de l’ dorit et sciences socialeseux para desempeñarse como capell, 1952; Christian Cheminade, L’abbé Gabriel-François Coyer, 1707-1782: un «philosophe» républicain et réformateur au XVIIIème siècle, tesis de doctorado bajo la dirección de Marc Regalado, Université Bordeaux Montaigne, Burdeos, 1989.
[48] Gabriel F. Coyer, La nobleslesse commerçante, [en línea] Londres, Duchesne Libraire, 1756, p. 11. https://ia902706.us.archive.org/33/items/lanoblessecommer00coye/lanoblessecommer00coye.pdf (consultada el 10 de agosto de 2015)
[49] Dicha perspectiva ya puede ser encontrada en la obra de Cristoph Cellarius, Historia Medii Aevi a temporibus Constanini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta, publicada en 1688. Para estudios más recientes vid. Jacques Heers, Le Moyen Âge, une imposture, París, Perrin, 1992; Giuseppe Sergi, L’idea di Medioevo, Roma, Donzelli, 1998.
[50] La sinonimia entre gobierno feudal y barbarie también puede encontrarse en otros textos de Coyer como su obra intitulada Voyages d’Italie et de Hollande, donde apuntó: «Une barbarie, dans un autre genre, c’est que Naples conserve encore le Gouvernement féodal dans tout sa force, tandis qu’il a été dans le pays qui le lui porta.» Gabriel-François Coyer, Voyages d?Italie et de Hollande, t. I, París, La Veuve Duchesne, 1775, p. 253.
[51] Gabriel-François Coyer, Histoire de Jean Sobieski, roi de Pologne, t. I, Varsovia, Duchesne, 1761, pp. 126-127.
[52] Tenenti, op. cit., p. 342.
[53] Jean-Jacques Rousseau, Du contrat social ou principes du droit politique, Libro I, Amsterdam, Marc Michel Rey, 1762, p. 214-215.
[54] Cfr. Heers, op. cit.
[55] Ibid., p. 18.
[56] Boiste, op. cit., p. 289.
[57] Aunado a lo anterior, resalta el hecho de que Boiste haya utilizado el signo «†» en dicha entrada con el fin de señalar que éste concepto no había sido incluido en ningún diccionario anterior, lo cual a primera vista es correcto pero, posiblemente, esta sea la razón por la que la historiografía repita constantemente que fue en este momento cuanto fue acuñado dicho termino, cuando en realidad su uso en lengua francesa debe ser datado hacia 1743. Ibid., p. XVII.